Pero como puedo evitar pensar que perdí la mayor experiencia de mi vida, si recibo llamadas emocionadas de personas que “solo quieren compartir la vivencia” y me hablan descuidadamente, sin pensar en la agresión a mi resentida personalidad, con frases como “es la mayor experiencia de mi vida”, “aun no lo puedo creer”, “nunca ha habido algo tan espectacular”, “es de otro mundo”. O saber de terceros que lloraban de la emoción porque su sueño de más de 20 años se había cumplido, o leído en blogs múltiples gran cantidad de adjetivos y sinónimos de la palabra “supremo” o “espectacular” asociados a la definición o la descripción de lo que fue dicho espectáculo musical. Y aumenta el daño al pensar que lo mas cerca que he estado de percibir esa emoción en vivo fue cuando escuche a Vilma Palma hacer un cover de “Another Brick In The Wall” en un concierto en que actuaban de teloneros de Los Prisioneros (Vilma Palma, por favor!, y aun así saltaba desde mi fila a 2 metros mas allá, embriagado en los acordes de “The Wall”).
No lo pude dejar pasar y hoy acepto sinceramente que me duele, y siento un vacío incomodo en la estructura emocional ligada a mis gustos personales.
En unos años, me digo, y tras haber trabajado duro y ahorrado lo suficiente, podré viajar medio mundo para aprovechar la tal vez última oportunidad de ver aunque sea a uno de los miembros del mejor grupo de rock de toda la historia. Sea Roger Waters, sea David Gilmour, un cuarto de Pink floyd es mejor que nunca Pink Floyd.
Hasta ese día entonces, dentro de muchos años, cuando podré descansar de la gran deuda hacia mi mismo.
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